Capítulo 2. EL APLAUSO DEBILITA

Por Alejandro Darias Mateos

Pertenezco a la generación de los 70, la que creció con La Cometa Blanca, Barrio Sésamo, los dibujos de Hanna Barbera y algunas series juveniles que hoy en día serían calificadas de creepy como “Dentro del laberinto” o la mítica “V”. En esos maravillosos años, cuando la televisión no era una basura, uno de aquellos programas de cabecera era “Aplauso”, con una sintonía de entrada plagada de…exacto, aplausos a ritmo sincopado, handclaps dignos de cualquier megaéxito beatleiano de su primera época. “Aplauso” inició en la música pop a la Generación X con grupos como Mecano, Alaska y Pegamoides o Los Secretos.

¡Quién me iba a decir que una década más tarde, una salva de aplausos iba a ser motivo de desconcierto y desmoralización, y nada más y nada menos que en uno de los concursos nacionales de puzzles celebrados por la tienda Puzzlemania en la Estación de Sants de Barcelona! Para entrar en materia, aquel lejano concurso de 1998 fue mi primer campeonato realmente serio y de mucho nivel al que asistí, aunque en España tampoco es que hubiese más oferta salvo la de Castejón, porque los pocos torneos de fiesta mayor eran envites locales modestos.

Recuerdo una escena en particular como si hubiese sucedido hoy. Llevaba ocho años no solamente sin participar en campeonato alguno de puzzles desde el IV de la Casa Portuguesa de 1990 en Santa Cruz de Tenerife, sino que en esos ocho años habría montado 10 000 piezas a lo sumo, de un 7500 de FXSchmid de Las Dolomitas, parte de un 5000 de Educa del Castillito montado en el verano de 1995, y parte de otro del Matterhorn o Monte Cervino montado en el verano de 1996. Lo que armarían hoy Cristina López o Ángel Heras en una semana relajada. Mi pareja de campeonato no había estado en un torneo en su vida y según confesiones de su hermana, llevaba siglos sin montar puzzles. Sin embargo y pese a que el concurso era sin imagen de referencia nos parecía que íbamos con buena marcha. Los de alrededor parecían rémoras. Descubrimos bien entrado el torneo que el pastel oculto era un gato, felino que provoca tensiones durante los montajes a muchos aficionados, no solamente físicos, sino psicológicos. Obviamos juramentos como “este gato es una zorra” y lindezas similares de veinteañeros hormonales y nos aplicamos. Y de repente, cuando la zorra del gato estaba completa al 80%, con la parte más difícil de los pelos pendiente, estalló una salva de aplausos.

Puzzle IV Concurso Puzzlemania en Barcelona (Foto de Jesús Casellas)

Por un momento pensamos que un tren de cercanías había llegado dentro del horario previsto a Barcelona-Sants y que ésa era la manera de los pasajeros de agradecer el servicio. Error. Levantamos la vista y vimos un porrón de fotógrafos agolpados sobre una mesa de la primera fila. Se anunció que ya había ganado el concurso una pareja con un tiempo de 40 minutos. ¿Pero esto qué coño era? Lo primero que pensamos era que aquello era imposible. Que estábamos dormidos y el despertador nos devolvería de nuevo a nuestras camitas de nuestros garitos de residencia de estudiantes, sudando copiosamente y pavimentando el cabreo del día siguiente de la limpiadora, por tener que cambiar las sábanas cuando no tocaba.

Sin embargo, a esa salva de aplausos, siguió otra, y luego otra, y todos los premios a los que creíamos aspirar se desvanecieron. En la entrega de honores, celebrada una hora y pico más tarde en el mismo hall de la estación, me quedé con el nombre de una de las ganadoras, Julia Verne. Bromas del destino, yo, lector insaciable del loco maravilloso francés, ¡vencido por Verne! Dos décadas más tarde, supe que Verne era Berné y que su acompañante, Mayra García, entonces una adolescente, se confirmó como una de las mejores puzzleras de España con un 17º puesto en el Mundial de Valladolid de 2019. Desanimados, mi compañero y yo nos desfondamos, empezamos a poner piezas por matar el tiempo y acabamos en undécimo lugar con un tiempo de 1 hora 7 minutos. En ese campeonato me di cuenta de que asaltar el podio era una empresa muy difícil y de que los aplausos eran pasaporte para el desánimo, siempre que fueran otros los que los recibieran. En una investigación que realicé a finales de los 2010 pude constatar que los subcampeones de ese torneo habían sido los hermanos Torra de Sabadell, Maria Dolors y Mateu, con un tiempo entonces rompedor de 45 minutos.

Una vez que me bauticé en fuego gracias al que entonces era el mayor concurso de puzzles de España, los sucesivos aplausos que me sobresaltaron en mi debut en el Campeonato de España 18 años después (con un aforo tres veces superior al de la Estación de Sants en Barcelona) no me causaron gran perjuicio. Cierto que el sobresalto siempre existe y es seguido de un desánimo momentáneo. Se trata de un proceso normal reducto de nuestro cerebro reptiliano, que lo que hace es asegurar nuestra supervivencia y por tanto nos reconviene si no hemos cazado el búfalo y lo ha hecho otro. La relajación postrera se produce al saber que el autoproclamado jefe de la tribu por su destreza te librará de jugarte la vida y a cambio, te dará una ración mucho menor de escudilla.  Por tanto, el desánimo que producen los aplausos de los concursos es consecuencia directa de la evolución de las especies. 

Anuncio IV Concurso Puzzlemania (Foto de Jesús Casellas)

Sin embargo, si quieres seguir aspirando a premios, ya sean generales o en categorías parciales por edades, veteranos, etc., una vez que se ha incrustado el primer nombre en el palmarés, debes seguir encajando piezas para ser el segundo. Y si no puedes, el tercero. Y aunque no haya premios de por medio, hazlo por amor propio. En ese momento de “bajón” reptiliano podrás pensar que te da igual, que lo que querías es subirte al podio para salir en esta revista, pero en un futuro ver un 4º puesto en tu palmarés de AEPUZZ será mejor que ver un 11ª. Y voy más allá. Una de las características de los mejores velocistas es la de no ceder nunca un ápice, a pesar de que otros les hayan ganado. He observado en vídeos de torneos de alguna primera mesa cómo uno de los favoritos ha ganado, y su compañero de mesa lo felicita con una mano mientras con la otra sigue encajando piezas. La caballerosidad no exime de la velocidad. Si ellos pueden hacerlo, tú también. 

Un hecho anecdótico del aplauso que causa zozobra entre competidores novatos se produce cuando una prueba adulta coincide con la infantil. Los puzzles de los niños son mucho más pequeños y por tanto, los finalizan antes que los adultos. No es extraño que un aplauso repentino a los veintipocos minutos paralice media sala. ¡Aunque al paso que vamos, en una o dos generaciones podrían coincidir!

La mejor manera de habituarse a que los aplausos sean como la sintonía que abría tu programa favorito musical es participando en muchos torneos. Así que… ¡adelante!